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Una cerradura abierta

  • Writer: Escritura Virulenta
    Escritura Virulenta
  • Nov 27, 2020
  • 2 min read


Aquí estás a salvo, te haré un hueco en la humedad de mi casa. No tiene ventanas, ni pasillos, ni baño, ni desván, es solo este hueco humbrío excavado en la roca. Ya ves que por no haber, ni siquiera hay puerta en mi hogar de piedra, oculto tras una manta. Y su única llave es la palabra.


Es tan poca cosa como yo, un pescador en tierra, un loco alejado ya de todo. Es poca cosa, casi nada. Sin luz, sin agua, sin estufa. Pero tengo un pan salado por el mar. Y hay aceite en la repisa.


Acércame el hornillo de esa esquina, qué nunca te faltará un sorbo de té con el que calentar tus penas. Hierve el agua, caen las hojas. Y compartimos la única taza que me queda. Todo lo que ves te pertenece, solo por haber alcanzado el refugio a tiempo. Este es tu reino, el que habitan los cangrejos.


Llegaste deshecha, llena de ampollas, con los labios cuarteados por el viento. Se arrastró hasta mi hogar tu cuerpo sin sombra, y en silencio me contó que se había dejado el alma bajo una piedra, sobre algún alféizar, entre las zarzas. Pero qué esperar de alguien cruzó desiertos sin descanso. Qué rastro de humanidad se ha de pedir a quien olvidó el sabor del agua dulce.


Déjate caer sobre la cama deshecha. Hazte un ovillo todas las horas que quieras. Nada te espera fuera. Y sólo la marea acudirá a la orilla a despertarte. Aquí estás a salvo. Aquí ni siquiera las gaviotas anidan. Ni siquiera el sol se cuela. Aquí te cobijaré de tu cansancio. Te haré un altar. Te meceré como a una barca el oleaje. A salvo de todo lo que habita el fondo.


Prometo no molestar hasta la noche. Hasta que caiga el sol y ya no tengas donde ir y mi hueco sea tu única guarida. Entonces, cuando hayas perdido la ropa entre las sábanas y el miedo se te haya desprendido de la piel marchita, entonces comenzará el banquete.

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Escritura Virulenta   2020

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