Todas las veces, y una vez
- Escritura Virulenta
- Sep 25, 2020
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Una máquina del tiempo. El gran invento, la vuelta de tuerca del ser humano. Seguramente absorbería mi tiempo viajando a otros tiempos y vivir sería más un espectáculo y un entretenimiento que las propias experiencias. Perdida en el túnel.
Yo jugaría para empezar a parar el tiempo, a retenerlo unos instantes en momentos clave. Por ejemplo cuando no encuentras la respuesta adecuada. Entonces pararía, me lo pensaría bien, encontraría una respuesta aguda y volvería a dar a play. Quedaría como una genia de la conversación. Fuera titubeos, fuera navegar en chapapote. Sería la puta ama del ingenio, aunque sabría que el concurso está amañado.
Podría ser una mercenaria del tiempo, Me gustaría volver a cada momento en el que un hombre hizo callar a una mujer, le apartó de un codazo, ninguneó su reflexión para después adueñarsela o negó el valor de su trabajo. Porque me gustaría saber dónde y cómo empezó todo, ¿eh, Aristóteles, cabronazo? Pero sería un trabajo de mil vidas y no estoy dispuesta a perder la mía buscando una razón. No me importa tanto comprender. No es tan importante saber los detalles. Pero sí que viajaría a la cara de Katherine Johnson mientras crea líneas por donde nunca antes se ha navegado y que solo existen en su cabeza. Y a la cara de mi abuela cuando se inventó la receta de su legendario cocido montañés. Momentos de Epifanía, de comprensión total del mundo donde habitan.
Seguramente, los días de humor gris, escuchando Metal Heart iría a todas aquellas veces que me he equivocado... aunque eso también sería un viaje sin fin. En busca del tiempo perdido, de los agujeros de gusano. Del mal. Revolcarme en el fango de los momentos perdidos, las personas que quedaron en la cuneta, todo lo que debí haber hecho y todo lo que hice mal. Pero realmente, ¿se pierde ese tiempo? ¿El saldonegativo no cuenta?
Querría ir a los confines del universo a la velocidad de la luz para buscar entre los planetas y asteroides, buscar agua, ver una supernova, cruzar al otro extremo de un agujero negro. Pasar un peine por el universo y comprobar quién más hay allí.
Idas y venidas hacia todos los puntos conocidos y por conocer. El tiempo no sería lineal, sería una madriguera, un refugio subterráneo, vueltas, grutas, simas y pozos, estaría contemplando el enjambre de mi vida con los ojos multifacéticos y ultravioletas de una abeja.
Pero espera. Espera. ¿Volver al pasado a restregarse en tu mierda cada día? ¿A revivir nuestro instante de felicidad extrema como si estuviera en el otro extremo de una pipa de crack? ¿A mirar imagen tras imagen de vidas que no nos pertenecen y que almacenamos en un rinconcito de nuestro cerebro para algún día, poder replicar? A conectarnos y desconectarnos a una máquina que nos lleva al final del horizonte de la turba creada por 7700 millones de personas (y algunos animales). A evadirnos, porque no sabemos de qué manera abarcar el tiempo que ya se ha ido.
El presente es un regalo muy poderoso que no nos atrevemos a aceptar. No necesito más maquinas del tiempo. Yo quiero vivir hoy, pensando en hoy, en mi tedioso día en el que no me pasó nada. Nada es que me ha llovido encima, que he leído una frase memorable, que otro gilipollas me ha llamado cariño, que mi amiga me ha descubierto un grupo de música, que mi hijo se ha enfadado conmigo, y luego me ha dicho que me quiere, y que cansada y un poco triste porque no me sale con la perspicacia que quisiera, termine de escribir este relato.
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