top of page

Soledad

  • Writer: Escritura Virulenta
    Escritura Virulenta
  • Oct 16, 2020
  • 3 min read

Updated: Dec 5, 2020




Ay, María Celeste, pero qué nombres tan raros tenéis. En qué estarían pensando tus padres, seguramente en nada porque no habrán ido a la escuela. Solo habrán trabajado como mulas y los habrán molido a palos, igual que ellos a ti. Porque si no, no me explico cómo eres tan burra, y tan sádica. Mil veces te han dicho, ¡mil! que pases por la parte plana de la acera, que si no la silla rebota y se me abre la escara que tengo en la base del culo. Y sé que entiendes mis gritos sordos cuando me miras porque ya nos conocemos, mis ojos no son un pozo para ti. Ya solo me queda pensar que lo haces aposta. Ya lo sé, que 37 años y para vivir le limpias el culo a una vieja deshecha. El rencor y el asco te hacen brutal, bajo esos ojitos de almendra dulce. Yo también leo en los tuyos. A mí también, clavada en esta silla y presa de este cuerpo que ya no es mío, me arde la hiel, pero no siempre ha sido así. Si me hubieras visto en 2020, yo también tenía 37 años. La gran vida, vivía sola en un apartamento minúsculo y me costaba llenar la nevera, pero yo era mi única responsabilidad. Mía y de nadie más. Lo tenía todo, entraba y salía cuando y con quien quería. Era gracioso porque ese fue el año de la pandemia y para besarnos teníamos que hacernos primero un test, nosotras los comprábamos al por mayor en China y los revendíamos. Así nos sacábamos algo de dinero y con lo que sobraba nos íbamos a ligar. El mundo era nuestro. Éramos las más guapas, las más feministas, las más transgresoras, artistas y bien vestidas. Nos creíamos muy listas. Qué vergüenza.

Pero tú qué vas a saber de todo eso... tú estás aquí poniéndome la telenovela y ayudándome a comer mi gelatina, ¡qué asco de condición! No sé cómo no te rebelas, entre esas cuatro paredes de baldosa fría y sin luz, no quiero ni imaginar el salario que te paga la encargada por tener esta casa y sus muebles, a mí incluída, dentro de unos límites de orden y limpieza...

Aunque tampoco sé lo que haría sin ti, tendría que domar a otra cuidadora y veo difícil vivir suficiente para tener la paciencia de hacerlo otra vez. ¿Tú también ganas algo verdad? Al menos la autonomía suficiente para no depender de cualquier maltratador. Que no es poco. Pero nunca me dices nada y tu manera de hablarme como si fuera un niño tonto o sordo, me asquea a la vez que me enternece. ¿Por qué todos los jóvenes pensáis que los niños y los viejos somos pan blando? ¿Que no estamos presos de pasiones, envidias y crueldad? Sois vosotros los blanditos, es muy fácil amar cuando se es joven. Lo difícil es arrastrar el deseo encima cuando no puedes ni hablar. Odiar a alguien y no poder coger el matarratas, ni teclear un mensaje en Twitter. No sé si amas, pero tú sí odias… por eso me gustas un poco más que las demás. Al menos el cuerpo se te mueve por algo.

Mira María Celeste, la próxima vez que me pongas la gelatina de fresa me vas a tener que abrir la boca con un gato hidráulico. Ya sé que nadie te ha dado indicaciones, pero yo sé que tú sabes que a mi sólo me gusta la de naranja. Ya son años que compartimos este cuchitril pegajoso. El odio nos une, es nuestro motor, pero no hay razones para ser cruel, llevémonos bien mientras vivamos juntas.


Comments


Escritura Virulenta   2020

bottom of page