Tiempos rusos
- Escritura Virulenta
- May 1, 2020
- 4 min read
Updated: May 10, 2020
Es una pregunta, o una respuesta. Donde están mis amigos. Donde están mis amigas. Me alejé de todo. No me arrepiento de nada. El camino verdadero pisa incógnitas con recetas caseras de certezas.
Esto me aterroriza y a la vez me enorgullece: ¿podría yo perder a todos mis amigos?

Cuatro años atrás fui amiga de Marlene. Apareció un día en la cena grupal de siempre. Acababa de separarse y se sentía lúcida y llena de vida. Me decía "me di cuenta que no quiero convivir más con una pareja". Era actriz como yo, y nos pusimos a hablar con tanta dedicación y profundidad la una con la otra que de a poco, esa noche estrellada nació un amor a primera vista. Una puede identificar cuando nace el romance. Es maravilloso.
Quedamos para vernos en alguna de nuestras casas. Nos seguimos viendo con amigas y por separado, conquistando cada día más territorio. Un día, ya borracha en una fiesta de verano le dije "entraste en mi corazón, soy tu amiga fiel para siempre, ya lo vas a ver". Ella me devolvió la fidelidad y nos abrazamos.
Un tiempo después se puso de novia con un galán de telenovela para snobs y se fue a vivir a su castillo porque le cerraba por muchos lados y dejó atrás su lucidez y sus ganas y sus particularidades tan valiosas.
Pasó un verano entero sin vernos. Yo no paraba de pensar en nosotras. ¿Qué había pasado con mi amiga? Entonces un día de Abril fui a su casa a hablarle. A pedirle que nos veamos más seguido. A presentar batalla. Pero recibí una suerte de discurso generalizando la amistad, demasiado y mal auto analizado, bajo el ala de su novio el cual decía ella que la entendía como nadie. Y así era, seguramente. Me metió en una bolsa de rencor y dado que fui la única en exponérselo, me tiró a la basura. Recuerdo su frialdad, su piel pálida y una certeza que tuve al bajar las escaleras de su casa. No era la misma persona enérgica que había conocido. Pero en ese momento yo estaba tratando de revivir un amor que ya estaba muerto y negaba cualquier porqué.
Nadie me había explicado que las amistades también se acaban, yo tenía veintiocho años en el cuerpo de una quinceañera. La eternidad, la complicidad para toda la vida. Mi corazón y el tuyo, latiendo juntas, en donde sea. Las medallitas de la amistad. La media naranja. Las palabras secretas. Las promesas para el futuro. Los viajes. Las cartas. Las fotos que nos sacamos.
Gastón me dijo que el romance de amistad es un tabú que media entre la eternidad de la hermandad y la pasión del noviazgo, y que al quedar en el medio el shock que produce una ruptura es aún más grande.
Y que de un momento al otro, cualquier persona tiene derecho a decirte que no quiere estar más con vos y que sucede que dos personas puedan decirse no correspondidas y sigan con su camino.
Esta ruptura fue una película larga y malísima. Marlene fue desapareciendo, si bien compartíamos nuestro grupo de amigas muy seguido, a mi lado se fue desvaneciendo y su presencia me producía una angustia tan pantanosa que cuando la veía me costaba respirar. Entonces la evitaba, y la tenencia de amistades en común la ganaba ella en su mayoría. Pero eso fue sólo durante un año.
Pasó el tiempo. Y con respecto al tiempo puedo decir algo. Viajaba en el tren rumbo a mi casa, hace varios años, después de haber tomado una clase de teatro. Mi maestra me había prestado un libro de Chéjov enorme, Obras completas. Una señora se sentaba frente a mí y me miraba. Al darme cuenta bajé el libro. La miré y con una sonrisa me dijo: "Fui actriz en mi juventud. ¿Te puedo decir algo sobre Chéjov?" Yo asentí, intrigada. "El personaje principal de las obras de Chéjov es el tiempo."
Marlene y yo dejamos de ser amigas. Fue una decisión que tomó ella en un principio y yo luego, sin hacer mucho trabajo, llorando en silencio, tomando té mientras los cerezos de jardín se derrumbaban. Contraté al tiempo ruso. Acepté la destrucción y seguí adelante. Ahora él la abandonó a ella. Apenas me enteré de su desamor quise abrazarla, y le escribí por tecnicidades pero sobretodo por que en el fondo el amor sí es para toda la vida. A quien le importan tanto las palabras y las retribuciones, cuando en mi mundo siempre voy a ser su amiga. Y en alguna que otra dimensión, yo la sigo abrazando. A la distancia las amistades flotan en una dimensión parecida, y aunque trate de alimentarlas, no sé que pueda pasar. A mí también me interesa el misterio. ¿Dónde están mis amigas? Existe un cuento: Buda le dio a una guerrera un sable. La guerrera ha esperado durante muchísimo tiempo el momento de recibirlo, de poder salir al mundo por sí sola. Ha esperando tener la sabiduría y la confianza para portar un sable. Está erguida y se para sola. Su sable contiene toda su fuerza. Mira el camino, que se extiende a lo ancho y a lo largo y ve con claridad que pase lo que pase el camino es ahora su pacto de fidelidad y así lo será siempre. Todo lo que tiene es el presente. El dolor a veces empaña los ojos y entonces es importante sentarse a descansar. La guerrera porta ahora su compromiso con el mundo. El amor es un viento a favor, que va empujándola a trazar su propio sendero.
Sin embargo la soledad la incita a preguntarse, esporádicamente: ¿Una es fiel a su sable o es un sable fiel?
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