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Mea culpa

  • Writer: Escritura Virulenta
    Escritura Virulenta
  • Jun 5, 2020
  • 2 min read

Updated: Jul 13, 2020



Camino hacia mi destino, el que siempre ha sido. Siempre que estoy aquí pienso que hay algo de contradictorio en mí y en mi oficio. Nos tachan de represores, pero también representantes de una sexualidad lasciva. Me gusta la palabra lasciva. Llego una hora antes de comenzar. El olor me eriza la piel. Ubico en sitios estratégicos las cajas del crowdfunding dominical. Camino por en medio de los bancos, los toco, toco las paredes. Todo esto me pertenece. Es mío. Soy lo que soy. Lo que me piden que sea. El referente de una sociedad. Convierto el sufrimiento en un éxtasis, un tipo de catarsis. Escucho el órgano a mis espaldas y al mismo tiempo puedo ver como los ángeles salen de las paredes arrastrándose por los pasillos. Metiéndose debajo de mi túnica cantando. Las voces angelicales solo son escuchadas por mi cabeza. Escucho la voz de la Macarena en mezzosoprano. Esquizofrénica. Ella siempre estuvo loca. Su voz histérica atraviesa toda la habitación y atrae a los feligreses. Hay melancolía incrustada en las paredes. En las paredes de mi cuerpo. Una melancolía de poder que se retuerce. Hablo lo necesario para que mis súbditos permanezcan callados, sumisos y abyectos. Escarbo con mis palabras y mis manos la culpa en su cuerpo. Mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa. Mi cuerpo siente un regusto expansivo en verlos golpear su pecho. Santiguarse es estar de acuerdo. “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Todo lo que digo, ellos lo creen. Me pertenecen, porque no confían en ellos mismos. Estoy frente a los obedientes. Pero soy más elevado, no estamos al mismo nivel. Estoy en el altar. El único sitio para el que he nacido. Cierran los ojos, los veo arrodillarse, perder el control ante mis palabras. Son tan frágiles. Castigar y obedecer de eso va mi oficio. Me parece sádico y necesario. Yo quiero comer el cuerpo y beber la sangre de Cristo. Hagamos de esto una fantasía canibalesca. Cada vez que rozo sus labios con la punta de mis dedos, imagino que también comen pedazos de mi carne. Sudor y carne en esa ostia. A veces me pincho un dedo y pongo un poco de mi sangre en el vino. Tomad y comed pequeñas partes de mi cuerpo sacro.


Regreso a mi sitio. Los veo un momento e intento no desvanecerme de excitación. La túnica me sirve para disimular muchas cosas. Están de rodillas rezando o llorando. Me dan asco. Si pudiera le arrancaría los ojos a la mujer sentada en primera fila, ha engañado a su marido. Me lo confesó ayer. Si hubiera comido mi carne estaría ardiendo, llena de clavos o en una máquina que le desmembrara todo el cuerpo. ¿Por qué no nací en 1480? Álzate, oh Dios, a defender tu causa. Entrégame a tus fieles y yo los atravesaré con la espada de la verdad. Los haré arrepentirse a toda costa. Vienen a mí mujeres impuras y hombres afeminados. Besan mis manos. Se van más arrepentidos y más dóciles. Y yo me elevo con los ángeles y los arcángeles planeando la siguiente inquisición.

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Escritura Virulenta   2020

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