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Una planta que te cura el corazón

  • Writer: Escritura Virulenta
    Escritura Virulenta
  • May 22, 2020
  • 2 min read

Updated: Jul 13, 2020



Melissa es una planta que te cura el corazón – alguien le dijo, por eso me puso ese nombre.


Si me hubieran diagnosticado como varón al nacer esto no hubiera pasado. Mi padre no quería tener más hijas, lo más sano hubiera sido que no hubiera tenido ninguna. Desde el momento que supieron de mi presencia intrauterina hubo conflicto. Mi madre quería llamarme Miguel Ángel. No podía ser y hubo conflicto. Mi madre quería tenerme. Hubo conflicto. Mi madre luchaba por su cuerpo y la independencia del mismo. Hubo conflicto. Rechazaba por completo el mandato irrefutable de mi padre que sabía lo que era mejor para la familia y para ella. Es médico y eso le da una especie de omnipotencia. Una cuarta hija es lo que falta. Una cuarta hija para que todo terminara ardiendo. Así comenzó la guerra. Me lo imagino, porque nadie me lo ha dicho tal cual. Imagino lo frágil que pudo ser su amor. El de él claro.

Este verano rescate una foto de cuando mis padres eran novios. Mucho antes de tener hijas. Mucho antes de casarse. Mucho antes de pelear por mí. Antes de que nos declaráramos la guerra. No he podido sacarla del sobre donde la metí. Siento que esa realidad no me pertenece.


El 10 de julio de 1989 nací. A las 3 de la mañana. Intuyo que a las 3:45 desgarraron el cuerpo de mi madre. Violentaron a mi madre a las 3:45. Mi padre corto su cuerpo con la frialdad de un asesino. Mi padre le robo el útero a mi madre. Me sentencio a ser la hermana menor. A mi madre le extirparon el útero y el amor por ese hombre al mismo tiempo. Quiero gritar desde el vientre de mi madre. Lloro mucho. Lloro mucho desde que tengo memoria. Ella me enseñó a llorar. Me pegaba a su pecho y escuchaba el sollozo de su corazón con todo mi cuerpo. Odie inconscientemente desde ese momento. Desde que las lágrimas de mi madre caían todos los días en mis mejillas rosadas. Yo la acompañe por ese territorio desarmador, con sangre y lágrimas en mi cuerpo.


He contado esta historia varias veces desde que la sé. Desde hace tres o cuatro años, quiero ver en los ojos de otra persona lo que pudo haber sentido mi madre. Cómplices empáticos de dolores desconocidos. Porque yo sé que lo que él quería no era robarle el útero, si no la sonrisa. Y yo solo pido que el mundo no me arrebate toda la ternura que ella supo darme.

Melissa es una planta que te cura el corazón – alguien le dijo, por eso me puso ese nombre.

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