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La vida y monedas

  • Writer: Escritura Virulenta
    Escritura Virulenta
  • Jun 12, 2020
  • 4 min read

- ¿Con qué te ganas la vida?

- Esa no es la pregunta.

- Perdón.

- Me dedico y me ofrezco al arte. Veo la divinidad en cada pieza. Produzco conocimiento complejo.

- ¿Cómo es tu vida?

- Tengo una pareja, un perro y me encanta silbar.

- Yo no sé silbar. Lo intento, en vitoreos y en marchas, pero no entono.

- Si me das algo a cambio, te enseño a poner la lengua y los labios en posición.

- Te doy tres euros si consigues que silbe un himno.

- ¿Cuál?

- La marcha nupcial.

- Eso no es un himno.

- Para mí sí, deseo casarme.

- No. No te voy a enseñar eso. No te elevará a ningún lugar sagrado, solo te esposará.

- Te doy diez euros.

- No insistas. Echa más agua en la piedra, no hay vapor.

- He asistido solo a una boda en mi vida y los novios se separaron en el baile. Vi correr a la novia lloriqueado por el pasillo del hotel.

- Echa más, está muy seco.

- Siempre creí que esa ruptura me trastornó la capacidad de amar a futuro. Fue un ataque de celos. La novia invitó a la boda al exnovio, bailaron borrachos, el novio se puso colérico, se acercó a ella, le dijo algo al oído y ella le cruzó la cara.

- Explícame qué tiene eso de malo.

- Yo lo que vi fue la consagración de imposible, un amor fugaz, estrellado.

- Es ver la película a cámara rápida simplemente. Tómalo como un aprendizaje acelerado.

- Necesito creer en el amor. ¿Lleváis mucho tiempo tu pareja y tú?

- Nos conocimos cuando empezó la juventud y volvemos a nosotros a cada paso que damos. Compartimos refugio, nuestras obras solo se completan con la mirada del otro.

- Tengo miedo.

- Yo soy libre.

- No sé cómo seguir este diálogo, no tengo nada que decir.

- Escucha simplemente. Aquí estamos encapsulados en tibieza, es una situación uterina. Aprovecha para ver la temperatura si es que puedes.

- Ayúdame a seguir hablando de algo.

- Abre una página cualquiera de tu memoria y cuéntame qué aprendiste ese día.

- Creo que fue en la juventud, cuando no tenía un duro, la creatividad era barata pero era el lujo de los que nos atrevíamos.

- Parecía que vivías en el parque de atracciones de lo posible, ¿verdad?

- Efectivamente, mi vida era como este diálogo, una posibilidad de volcarme, de derrochar mi energía hasta acertar con la poesía, con la canción, con la pintura.

- ¿Con qué te ganabas la vida?

- Esa no es la pregunta.

- Perdón.

- Vivía de las sobras de lo prudente, las migajas de la realidad nos empachaban y el vómito era una fiesta. Vivíamos de nuestros esputos. Éramos artistas.

- Lo que fue la juventud nadie puede contarlo. Como las fotografías del paisaje, es un fracaso intentar captarlo. Hay que tener veinte años para saber qué se siente con un corazón descarado.

- ¿Tú no quieres casarte?

- Ya lo estoy. Y tú, y todos. Siguiente pregunta.

- Ayúdame. Venía con un saco de verdades y se me van acabando las palabras.

-Parece que necesitas que algo te virulente. Quédate en silencio y escucha. Solo así. Olvídate entonces de la humedad, de nuestros cuerpos desnudos, y trata de generar un sinsentido. Agita la cajita de purpurina y deja que caiga una palabra. ¿Cuál es?

- Olvido.

- El olvido es cansancio, no puede ser otra cosa. ¿Qué si no? Es una superposición de acontecimientos hasta el entierro, capas tectónicas que van dejando atrás la vida. Si consigues vencer el peso de los estratos y seguir manteniendo con vida la primera capa es porque tienes energía.

- Lo vivo como una ligereza. Todas esas montañas desaparecen de un plumazo cuando hay un descuido en la biografía.

- Yo no puedo creer que haya acumulado tantas cosas en mi casa. Me he creado una vida dentro de mi vida.

- Yo no puedo creer que no sepa cómo continuar.

- Veo las ventanas iluminadas de los edificios y, como un mosquito, mi imaginación va a su luz y siento la calma del mundo en la cocina.

-Yo solo miro y miro y miro y miro y miro y miro. A eso vine al mundo, a registrarlo.

-¿Sabrías expresar lo que supone dormir?

- No. Borrón y cuenta nueva, bajada de intensidad, una nueva oportunidad, dejar reposar al personaje, pasada de página, estado de gracia inconsciente, la preparación compleja de un grado más de maduración, 8 horas de microondas, el avión al siguiente escenario, soñar en la cajita, dormir es morir, lo he tenido claro desde el principio.

- Imagínate una vida del tirón, sin pausas. Imagínatelo, por favor.

- Imagínate tú una vida sin que te faltara de nada, ni el amor ni los zapatos del vecino.

- Imagínate tú una vida en la que te saliera todo a la primera. Sin ensayos ni errores.

- Imagínate una vida en la que ya conocieras a todo el mundo. ¿10 personas? Toda la vida esas 10 personas.

- Imagínate una vida sin música. Imagínatela, por favor. Ni el bolero de Ravel ni No surprises. Ni un violín, ni una tuba. Cero, ausencia total de melodía.

- Imagínate una vida con un solo amor nada más. González y no más.

- Imagínate una vida en la que no fuéramos niños. Aparecemos a los 27.

- Imagínate tú que no podemos salir nunca de esta sauna.

- Te propondría imaginar que estamos en otra época, solo aquí es posible esto. Sin prendas, a 40 grados, vapor rodeándonos. ¿En qué época estamos?

- En Alejandría, ciudad del sexo y la palabra.

- ¿Cómo nos ganaremos la vida?

- Esa no es la pregunta. 




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Escritura Virulenta   2020

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