top of page

Jesusito de mi vida

  • Writer: Escritura Virulenta
    Escritura Virulenta
  • Dec 11, 2020
  • 2 min read


Ya de adulta, cuando le comunican una muerte piensa durante los primeros dos segundos si eso no se puede curar, si están seguros, si lo han comprobado correctamente y si quizá pueda resucitar. Es el cerebro que no asimila algo que roza lo mágico, que alguien deje de existir en un momento, y también el resultado de haberse criado en una familia pequeña en la que las muertes son noticias y no ausencias.

En cambio él fue durante un rato su familia. El vestido de rey pomposo le encajaba bien, un disfraz que mezclaba la imagen de corona medieval con el atuendo de un papá noel, la tela roja de peluche y el blanco peludo con el reverso calvo y falso.

Ella hizo de reina pero no se acuerda de la obra de teatro, solo el momento en el que entraban en el escenario con los brazos enhebrados, nerviosos, como si estuvieran metiéndose dentro de una tele y se hiciesen visibles e importantes por fin con 9 años.

Su pelo era de rubio pollito, los paletos montados, los ajos azul alpino y una carita redonda de amor de abuela. Su gesto no era aún pretencioso, ella no temía que se convirtiera en buler o pringado, pero en ese momento fue su esposo y eso le hacía a sus ojos algo muy querible, cercano y confiable, y ella fue su esposa porque el teatro extraescolar les permitía hacer algo que jamás habrían hecho en el recreo. Justo en esa época se estaban construyendo y sus nombres se iban a acoplando a su persona. Jesús, eras niño como ellos. En clase sabían que su padre era policía y aquello le ponía una nota de firmeza. Ella le pensaba frente al espejo con la pistola de su padre en la mano, con un gesto de candidez endurecida y deformada, apuntando a los lados como en las películas de malos, metiéndosela en el pantalón creándose un paquete, se lo imaginaba también apuntando al frente, al entrecejo y por un momento en su imaginación Jesús se le aumentaba y crecía como adulto, la pistola debía de pesarle más que la mano pero la situación seguía siendo sostenible. Ya de adulta, le resulta más fácil dar el paso de imaginar al niño metiéndose el arma en la boca, apuntando al paladar y apretando. Su cabeza explotada cual sandía, el rubio de su pelo empapado por la sangre, sus manos blancas y pequeñas, ese rey que dimite, pero no supo si aquel acto era teatro o qué pasó realmente con Jesús que no volvió jamás al cole y todos nos quedamos con el único recuerdo de que su padre era policía.

Comments


Escritura Virulenta   2020

bottom of page