La muerte es un beso de abuela
- Escritura Virulenta
- May 8, 2020
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Siempre había querido saber a qué saben las tristezas. Tengo las pestañas caídas. Machucadas contra el parabrisas. La barbilla rota. Todos mis huesos sienten un lacio respirar de pesadez. Alucino. No quiero estar. Voy de vuelta. No estoy. Respiro. Siento como me sangra la nariz. La tristeza sabe a sangre y a metal. He chocado otras veces, pero esta me he pasado. Me estoy yendo. Me sangra el cuello. Me preocupa. Me está sangrando todo. Me he perdido varias cenas familiares, pero esta no me la perdonan estoy seguro. Vamos que seguro han empezado sin mí. Toco con mi lengua el diente roto de la esperanza. Me corto la lengua. Lo que me falta. No veo nada. Creo escuchar algo. Son pasos. Nos vamos. Tengo el volante del coche incrustado en el pecho. Nos vamos. ¿Cómo nos vamos a ir si tenemos el volante del coche incrustado en el pecho? Siempre había fantaseado con accidentarme así. De todas las muertes es a la única a la que le guardo un respeto especial. Me sangra la boca. No veo nada. Escucho pasos. Es la abuela.
Estoy escondido en el “armario”. La casa de mi abuela es pequeñita y para separar su habitación de su ropa solo hay una cortina amarilla. A mí me gusta esconderme entre sus vestidos, el olor de mi abuela es a medicina y lavanda. Veo luces de colores. Mi abuela no está aquí y estos no son sus pasos. Las luces son rojas. Alguien me habla. Tengo la cara llena de vidrios. Me toca la cara. Me mete la mandíbula dentro de la boca. Perdón. No sabía que la tenía colgando. No me había dado cuenta. No veo nada. Me cuesta trabajo respirar. Escucho reír a la abuela. Su carcajada como antesala. Están cuatro manos intentando sacarme de la máquina. ¿Cuantos cuerpos habrán movido esas manos? ¿Con cuanta delicadeza o brutalidad? Creo que hay un conejito detrás de la cortina- dice mi abuela. Las manos de mi abuela son de papel de seda. Me han sacado el automóvil del cuerpo. Me colocan el hombro en su sitio. No siento una de mis piernas. La sombra de mi abuela se dibuja en la cortina. Estoy tendido en el asfalto. Huelo a sangre, a desesperación, a lágrimas y a la colonia que me regalo mi madre en navidad. Mi madre me espera para cenar. Veo los anillos de mi abuela sujetando la cortina. Siempre le han gustado los anillos. Me escondo más, si yo no puedo verla seguro ella tampoco puede verme a mí. Me hago parte del papel tapiz de flores. Hasta atrás de todos los vestidos. Sostengo la respiración. Una chica golpea mi pecho con sus manos. Sostengo la respiración. Estoy en los brazos de mi abuela.
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