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La caja de galletas

  • Writer: Escritura Virulenta
    Escritura Virulenta
  • Sep 25, 2020
  • 2 min read

Entrábamos en casa de mis abuelos y olía igual que dos años atrás. Mi abuela Carmen aparecía desde el fondo del pasillo con esos ojos de ostra viva y varias jeringuillas en la mano en modo cunita. No recuerdo qué frase acompañaba esa muestra que parecía que nos ofrecía, si lo decía con juego o con penuria, pero le brillaban mucho los ojos al contarlo. Me llevaba a su habitación y me enseñaba fotografías bajo un cristal rayado y ese señor que apuntaba con un dedo de bastón podrido era mi padre. Pasaba a señalarme las medicinas que tenía sobre ese cristal con el mismo entusiasmo de catálogo reunido, esos botecitos de dosis que para mí eran una pausa de la muerte o el formol de su cuerpo de judía, y ahí se explayaba la mujer con ese acento medio argentino medio gallego y en forma de lamento entrañable parecía que quería que me encariñara de ellas, me miraba, mira, mira cómo son y cuántas tengo. Mi abuelo se quedaba en el salón y me ponía sobre su regazo, aupa decía, para hacerme la voz de Pato Donald con una sonrisa de madíbula cuadrada y grande, tan grande que cuando cerraba los ojos la imagen del cráneo hueco se me aparecía en negativo. Ambos llevaban alpargatas con los calcetines hasta medio gemelo, parecía que los tuvieran pegados a la piel porque no se deslizaban. Nunca les vi en otro lugar diferente al de esa casa, en la que no había ni una planta, ni un juguete, todo sumaba un único color, como metal de ascensor antiguo. Sabían que mi hermano y yo vendríamos de Europa y con la noticia nos guardaban galletas para la visita y para cuando llegábamos eran arena seca, se le había ido el dulzor, pero mi hermano y yo nos alegrábamos del envoltorio extranjero. Creo que ni sabían qué era la Colacola, nos ponían soda que era agua con espuma y mi hermano y yo nos uníamos en el pasillo pegando nuestros brazos haciendo una barrera muda y mirona y mi abuela volvía con las jeringuillas y una vez nos enseñó un pinchazo en la pierna, morado, amarillo y verde, la única nota de color que les recuerdo.


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Escritura Virulenta   2020

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