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Este animal ansioso apegado a la vida

  • Writer: Escritura Virulenta
    Escritura Virulenta
  • Oct 30, 2020
  • 2 min read


Qué asco

qué vergüenza

este animal ansioso

apegado a la vida








Empezamos a aplaudir cuando la actriz exhausta cobró expresión conclusa y necesitada de un punto. Se había desgarrado el cuerpo con jirones de palabras. El monólogo partía su cuerpo a la mitad vertical. De perfil derecho un gesto cándido y sediento, utilizaba verbos que construían árboles y cunas. De perfil izquierdo una mirada desafiante y la mano cual garra rugía.

Algunos cuerpos levantaron su silueta oscura como tallos en el campo y se fueron contagiando las crecidas de personas hasta que yo incluida me puse en pie por no romper la sintonía aclamatoria y por no quedarme en el subsuelo de la generosidad. Los aplausos se combinaban con silbidos que parecía derrapes, a eso no me animé, todavía, y mientras reflexionaba fugazmente sobre qué había visto el sonido fue aumentando, sumándose los vítores y las palabras salteadas con esmero, yo giraba la cabeza asombrada por esta manifestación de exaltación y anonadada vi a alguien con un matasuegras improvisado, concentrando ansiosamente en sonsacarle su sonido más chillón. Los brazos de esos tallos se elevaron y ya había tres pisos visibles, tronco, cabeza y manos, coreando en movimiento de mar embravecido. La actriz reverenciaba sin parar lo que parecían súbditos de otra época o de otra tribu. Me picaban las palmas y vi a algunos asistentes abrazándose entre ellos, emocionados acariciaban la cabeza del compañero para que pudiera soltar el esthendal en su hombro. Mi compañero de al lado entre lágrimas se metió los dedos en la garganta y comenzó a vomitar en cascadas con un rugido de gruta insondable, se limpió la boca con las manos para seguir hooligueando la función. Las personas en primera fila se arrancaron las ropas y saltaban como muelles con los brazos levantados y en las últimas butacas pude ver a varios asistentes con los ojos en blanco parpadeantes. Seguí aplaudiendo y también levanté los brazos, una manera de hacerme la muerta ante el deambular del asesino. Ya no podía distinguir de dónde venían los sonidos, los gritos, las arcadas, las embestidas sexuales, los aplausos y los silbidos. Algunos se fueron calmando de puro agotamiento, pero aquello que se mantenía era la posición de frente al escenario, el aplauso y el suspiro existencial de quien ha visto por fin escenificado en el teatro la lucha de la vida contra la muerte y la resolución excepcional de un empate.

Saqué mi bloc de notas del bolso y grité lo escribía para estar en consonancia con el público. “Los asistentes a la obra de teatro “Todo cabe” han visto por primera vez en su vida un combate de dos horas entre el perfil de la vida y el perfil de la muerte con un final no digerible: el empate.”

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Escritura Virulenta   2020

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