Diálogo con el padre
- Escritura Virulenta
- Jun 12, 2020
- 6 min read

Entre nubes de vapor aparecen las siluetas de dos personajes. Están de pie y uno de ellos contonea su cuerpo a un lado y a otro como si estuviera buscando algo.
- ¿Dónde estamos, Irma?
- En una sauna.
- Eso me parecía, pero, ¿por qué estamos en una sauna?
- Bueno, papá, es por un ejercicio que tengo que hacer. Verás, hace tres meses formamos un club de escritura y desde entonces cada semana tenemos una consigna sobre la que tenemos que escribir. La de esta semana era “diálogo en una sauna, sin utilizar la palabra ----¡¡¡PIIIII!!! resuena una alarma por megafonía asustándonos ---- Perdón, no te puedo decir la palabra que no podemos usar, ya ves.
La mirada de mi padre delata que no entiende nada de lo que está pasando.
- En el club de escritura somos nueve mujeres, todas somos muy distintas pero nos compenetramos muy bien y nos queremos mucho. Algunas no se conocían entre sí antes de empezar, pero cada vez que hacen un ejercicio ponen todas sus carnes a asar, vamos, que se entregan en cuerpo y alma.
Lo sé, lo sé, me estoy en revesando y encima los vapores de la sauna no ayudan.
- Mira, yo es que normalmente hago ficción para rehuir de ciertas cosas que no me apetece tratar, pero claro, en el club está Irene también y me acusa de no mojarme lo suficiente. Lo que pasa es que a Irene le gusta la literatura íntima y yo estoy tan cansada de mí que es lo que menos me apetece.
Tick, tack, tick, tack… Irma, como no vayas al grano pierdes a tu personaje.
- El caso es que estás aquí por eso, porque todas han hablado de sus seres queridos y yo os ando rehuyendo todo este tiempo. Me da mucha pereza, ¿sabes? Me imagino que me entiendes porque yo creo que a ti esto también te ha dado siempre mucha pereza.
Me mira de reojo se levanta y cruza de dos pasos la estancia buscando algo.
- Oye, pero es que aquí hace mucha ----¡¡¡PIIIII!!!! Resuena por megafonía.
- Sí, bueno, de eso se trata, las saunas sirven para eso.
- Bueno, ¿y qué tal el trabajo? ¿Necesitas dinero? ¿Necesitas algo?
- No, papá, ¿pero tú de dónde sacaste que te voy a llamar para pedirte dinero? ¡Si no lo he hecho nunca!
- Bueno, es que nunca me llamas y cuando lo haces me confundes.
- Vale, pues no, no necesito nada. Lo que pasa es que hace dos meses que no hablamos y siento que ya deberíamos hacerlo porque, se me ocurre, que a lo mejor tú sí necesitas algo de mí.
- ¿Yo? – se le salen los ojos a este señor por la ocurrencia- Yo estoy muy bien. He estado trabajando mucho y ando muy liado con todo.
- Me imagino, siempre has trabajado mucho, ¿no te gustaría trabajar menos?
- ¿Para qué? A mí me gusta trabajar. Yo hago lo que quiero, Irma.
- Ya, bueno, pues no hablemos de eso. ¿Te acuerdas cuando venías a por mí a casa de Consuelo y volvíamos a casa jugando al pilla-pilla todo el camino?
Se ríe. En realidad más que trabajar a mi padre lo que le gusta es jugar con los niños.
- ¡Che, esta Irmeta! Claro, llegaba a casa de Consuelo y siempre estabas escondida en un algún lugar distinto.
Siempre me ha gustado jugar al escondite, por diversión o rehuyendo de la gente.
- Hace unos años una amiga me dijo que se acordaba mucho de cuando sustituías al entrenador de tenis cuando faltaba, entonces me di cuenta de ese gesto. En vez de volvernos a casa, te ponías tú a lanzarnos pelotas. Todas te adoraban, les hacías reír y además, como eres guapo, les hacías sentirse especiales. Hace unos años, una de esas amigas abrió la puerta de un baño público y te encontró adentro: Irma, he abierto el baño y estaba tu padre adentro, qué vergüenza. ¡Encima tu padre, con lo guapo que es! – Ese apunte me llamó la atención, me parecía gracioso que ese hecho incrementara su vergüenza, además porque Bea es lesbiana y no me lo esperaba.
Mi padre es transparente: se sonríe, mete barriga y yergue su postura con una sonrisa que todavía engaña a su edad.
- No sabía eso.
Siempre ha sido muy presumido, una vez casi tiene un accidente porque conducía peinándose de cara al espejo retrovisor. Ha hecho deporte todos los días de su vida, hasta lo he visto hacer abdominales con sus nietos de pie encima de su barriga, ¡Bah, en kárate se suben nuestros compañeros! Sabe más que cualquier nutricionista sobre alimentación y si te preparas algo con azúcar delante suyo lo que vas a acabar comiéndote es un sermón. Cuando yo era pequeña él ya pedía helados sin azúcar y todavía faltaban 20 años para que estuvieran de moda. No tiene mucha imaginación, de pequeña le tenía que explicar todos los anuncios un poco más ingeniosos que aparecían en televisión, aun así tiene un estilo bastante personal que se compone de camisas estampadas y deportivas fosforitas que además son elegantes. Yo no sé de dónde las saca. He visto chicos mucho más jóvenes que él girarse a mirarlo seducidos por su presencia. Desde que lo conozco lleva el mismo corte de pelo y apenas hace unos años desde que le salieron sus primeras canas, así que ahora puedo decir que mi padre es un híbrido entre Antonio Banderas y Richard Geere.
- Oye, Irma, ¿pero por qué estamos en una sauna?
- Joder, papá, ya te lo he dicho, es un ejercicio que estoy haciendo y tenía que estar ubicado en una sauna.
- Bueno, ya, pero si te lo estás inventando, ¿puedes crear una puerta que dé a una fuente o algo? Nos vamos a deshidratar.
- ¿Te apetece un té con hierbabuena?
En el banco de barro en el que nos sentamos aparece una tetera y dos vasos morunos de té, el mío tiene algo de azúcar, pero esto no hace falta que él lo sepa. Se me ocurre que unos dátiles nos vendrían de maravilla y aparecen a un lado de la tetera.
- ¡Esto es otra cosa!
- Bueno, papa, ¿y cómo te va todo?
- Bien, ya te he dicho, me va bien. Estoy trabajando mucho, acabando el máster y estoy muy contento en mi casita. Está muy cerca de la playa y todos los días voy allí a pasear. Ahora hago taichí, natación y paseo mucho.
A los 61 años ha decidido divorciarse de la mujer con la que comparte vida desde la adolescencia. Creo que siente que siempre ha hecho lo que tenía que hacer y que la vida se le ha escapado sin darse cuenta. Hace unos años se quiso ir de viaje en caravana por Japón con sus compañeros de karate y al final no lo hizo por no dejar sola a mi madre. Ese mismo año se murió de forma repentina su madre y a los dos años su padre. Todo fue muy rápido, para alguien para el que el tiempo no pasa esto fue un gran golpe. ¿Cuántos vértices tiene la vida?
- Papa, cuando estaba en el instituto me mandaste una carta que contabas que hasta los 30 habías sido feliz, que luego ya no. Me sentó un poco mal porque yo nací a tus 28 años y yo creo que sí te he visto feliz muchas veces, en cualquier caso, ¿qué pasó entonces?
- Papá, ¿tú crees en dios?
- Papá, ¿adónde crees que vamos cuando nos morimos?
- Papá, ¿crees que has pensado lo suficiente en la muerte como parte de la vida?
- Papá, ¿qué quieres hacer los próximos años?
- Papá, ¿por qué llevas años echándonos la culpa de que nunca te hemos comprendido o apoyado?
- Da igual, papá, estás haciendo lo correcto. Tuviste un padre que fue un roble, te educaste desde pequeñito en un internado jesuita cuando eras un niño travieso, seguro que recibiste tantos golpes como los que me diste a mí. Está bien, no tiene sentido seguir dándole vueltas a lo pasado, estémonos tranquilos, a fin de cuentas solo tenemos lo que nos queda.
- Papá, sabes que se me acaba de ocurrir, que primero, cuando empecé a tener novios, no te gustaba ninguno y después, cuando ya te caían bien, siempre les confundías los nombres. Papa, ¿sabes qué? Somos un cliché, así que si te parece, dejémonos de pretender.
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