top of page

Desde la ventana

  • Writer: Escritura Virulenta
    Escritura Virulenta
  • Apr 10, 2020
  • 2 min read

Blancanieves era entonces un cuento de terror. 






Vuelvo a casa con el caminar desajenado de un sonámbulo; la llave en una mano y la perra en la otra. Hemos dado un paseo por la parte de atrás del barrio. Una cuesta nos aceleró el cansancio que tanto esperamos. Parecemos una pareja feliz. 


Desde una ventana, escucho a los hermanos pelear. Levanto la cabeza. Se gritan desde fronteras distintas, unidos por la sangre y el espacio que cohabitan. Yo me pregunto qué será de sus días. Qué sueñan por separado y que pesadillan juntos. 

Tal vez gritar sea para ellos salud mental. La sobremesa del aturdimiento interno.


Puede que los pájaros que embotellan estos días las veredas no estén específicamente cantando una canción de amor, y estén en cambio aullando un dolor viejo, colectivo, que quedó replegado por una pandemia de tarambanas que los silencio en las montañas. 

Blancanieves era entonces un cuento de terror. 


Entramos al edificio saltando y festejando. La perra me enseña a vivir una nueva rutina con agradecimiento. Subimos por la escalera, cuatro de cinco pisos. Ella me espera en cada descanso para avalar la siguiente subida. Mueve la cola. Los pájaros cantan. Pero ya no se quien ríe y quién llora. Mi perra, los pájaros y yo nos perdimos en el placer, en el espacio, en el tiempo. Que la paradoja nos acompañe entonces. La palabras no alcanzan pero son indispensables. Decir que estoy feliz por que he reído es una ilusión mediocre y fundamental. Nadie sabe más que nadie porque nadie murió, así que nos queda meter la cabeza como una avestruz adentro del propio ombligo y decirnos: qué suerte que río, qué suerte que hoy soy feliz al cerrar la puerta de casa. 

Komentar


Escritura Virulenta   2020

bottom of page