Cadáver exquisito
- Escritura Virulenta
- May 15, 2020
- 5 min read
Updated: Apr 21, 2022
Y con respecto al tiempo puedo decir algo: que tengo tantas puertas cerradas que sólo las ventanas abiertas saben que abrirlas sería provocar una corriente en mi cuerpo que haría estallar sus cristales. Por eso su apertura se debe hacer con cautela, porque el camino verdadero pisa incógnitas y yo, como oteadora de paisajes íntimos, me siento aterrada (literalmente, sin tierra)en este recorrido.
Así empezó mi novela. No sabía bien los puntos que la seguirían, desde dónde iba a crecer el vergel que habitaba las estancias. Quería dejar las manos vivas, la garganta sedienta y que la lista de palabras mágicas me narraran la historia.
Numero: estambre, arraigo, epicúreo, sátrapa, ígneo, deshilvanar, entraña, bullicio, cavilar, permear, ráfaga, retahíla, hojarasca, vericuetos, aplomo. Titubeo. Releo: ráfaga. Rafa escribió hoy, no sé qué anda rebuscando entre mis suspiros. A propósito de los suspiros hablan los personajes de otra novela: ¿Qué es de tu madre? Murió ¿Ya murió? ¿y de qué? No supe de qué. Tal vez de tristeza. Suspiraba mucho. Eso es malo. Cada suspiro es un sorbo de vida del que uno se deshace. Por eso cierro puertas, para que no te lleves, ráfaga, eso que es mío. Tú no, que no devuelves nada.
En el alfeizar de mi mañana se posa un rayo de vida que es como un rezo que solo le pide a dios que el amor no me sea indiferente. Ni el amor, ni la injusticia, ni la guerra. Porque de eso se trata: de abrir puertas y yo me identifico demasiado con esa declaración que dice: soy un cobarde, y además no sé llorar, así que para remediarlo imploro un cursillo acelerado de besos de tornillo.
Invoco una oda a la alegría: propongo que el enamorarse sea diario.
Enumero. Enumero amantes: 1) uruguayo combativo que arrancó de mis sábanas el mejor sexo, 2) poeta bosnio, 3)diplomático estadounidense, 4, 5, 6 y 7)un par de músicos neozelandeses y otro par de fotoperiodistas: español e italiano. 8)Fotógrafos, muchos, son el número ocho porque parece el infinito. 9) Maestro y acróbata de ojos azules y piel curtida. 10) Indio cucapá. 11) Indio mexica. 12)Guitarrista flamenco. 13) Número de la mala suerte: brasileño desagradecido y turcos de la misma estirpe.
Me gusta recorrer los continentes por polvos echados. El cuerpo es el mejor geógrafo. Siempre he dado las gracias cuando la batalla librada tras un desamor es recompensada con un nuevo amante.
Oda al desamor:
La vida es breve, y si te digo que te quiero es porque lo siento. No para que te eches a correr asustado, sino porque yo no le tengo miedo a ese sentimiento. Quiero abrir las puertas y hacer añicos los cristales. Añicos, dicen que, ¿qué son los añicos sino fragmentitos insignificantes de nuestras vidas que recompuestos podemos ver a través de ellos?
También dicen que se apagan las luces y los susurros cuando morimos, pero nadie nos lo ha contado. Fulgor, Fulgencio, Fulgencio Fulgor, como un personaje de Rulfo que es el que más sabe de la muerte y dice que en la noche llueven estrellas, o algo así porque no lo apunté y ya no lo encuentro entre las páginas.
Agazapado, vericuetos, cavilar, jacaranda, preludios. Antes de escribir en serio es esto lo que hago. Un boceto de sentimientos, como si me hubieran soltado los resortes de mi pena, que es otra cita de Rulfo.
Dice Borges que él ha cometido todos los errores que existen. De eso se trata. Dice Chavelita que otra vez a brindar con extraños y a llorar por los mismos dolores.
Así, una y mil veces. Paulita, recuerdo tu cara sobre la puerta cuando viniste a ver si estaba bien al baño aquel y las dos nos queríamos entregar la una a la otra pero nuestras caras estaban descompuestas quien sabe si por ser el reflejo de nuestras almas o por el alcohol injerido. Salí del baño, huí de ti porque no te reconocí, porque tus ojos eran un laberinto tan profundo que tu cara dulce de niña era otra cosa que me dio miedo ver.
Anoto palabras de otras, Paulita, dice una chica de tus mismas tierras y de nombre de raspado que las mujeres venimos toditas del mismo lugar: del infierno, y digo yo que por eso tenemos los cuerpos tan destemplados que necesitamos cobijas para el sufragio de la vida. Si he aprendido algo, Paulita, en estos años es que así es: las mujeres venimos del infierno y los hombres lo habitan. Lo arrastran tras ellos. Por eso pelean y nosotras somos etéreas, y antes de que todo se abrase juntamos la luz, el agua y nuestra solidaridad para crear vida, porque nos equivocamos y pensamos que es meritoso ofrendarles con nuestra simiente.
¿Cómo puedes vivir sin ti mismo? Pregunta el sheij de la Tekia, que es como el sacerdote de la iglesia pero en un país que vivió bajo el dominio otomano en vez del romano. Repito y feminizo: ¿cómo puedes vivir sin ti misma? Entonces Irene abre su librito de carne y me deja leerla con humo que recorren nuestras soledades compartidas. Porque si el acto carnal es divino la amistad es una aureola que todo lo envuelve. Ya te digo yo, muchachita de ojos tristes, que las lunas contigo son más dulces y que eres lo que define de dónde soy. Porque soy de ti. Soy de ti y soy de todas esas sonrisas que tan ebriamente me acompañan, porque hay noches que tengo la suerte de brindar con cómplices, y hasta a veces os puedo compartir. Yo, de amistades selectas, de silencios atesorados en mis entrañas, engañándome cual embustera a creer que perdurarán tras la muerte.
En una ocasión en la que sostenía el estandarte de la espontaneidad me pregunté, ¿qué hago yo aquí? Había recibido una propuesta como un magneto, una llamada a la vida, una oda al riesgo. Mis pasos me dieron vértigo en ese verano sin aliento en el que cumplí 32 besando a una muchacha marroquí por la mañana, peleándome con un ladrón griego por la tarde y acurrucándome en una inconsciencia turca por la noche. Por eso mi patria eres tú, y tú, y tú, y nada indefinido que tenga un nombre. Soy pequeña lágrima tratando de descifrar ese momento en el que cielo y el mar se funden en un abrazo sediento de vida pero cargado de muerte.
Eso soy ahora, y eso fui anoche mecida en sus brazos reposando mi cabeza en un pecho de pirata. ¡Qué cuna tan cautivadora! El amor humano es la unión de dos seres sujetos al tiempo y a sus accidentes (…) Es esa vivacidad que sin cesar se anula y renace y que, siempre y al mismo tiempo, es ahora y es nunca.
Ese don de vuelo que distingue todas las criaturas humanas. El vértigo de la pausa.

*** el texto es un hilvanar de frases de otros textos de mis compañeras confitadas, al igual que de autores como Octavio Paz, Juan Rulfo, Joaquín Sabina, Mercedes Sosa y Alfonso Armada.
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