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Tocar piel

  • Writer: Escritura Virulenta
    Escritura Virulenta
  • Apr 24, 2020
  • 3 min read


Voy a abrir esta puerta. Hace días que pienso que el teatro no me abraza por las noches. Y digo el teatro, como si hubiera dejado todo lo demás por trabajar en lo que quiero. Y tampoco es eso. Pero es verdad que estos últimos años ha sido una gran parte de mi vida, junto al autoconocimiento y la creación de un hogar nuevo. Agradezco a Marta que me acogiera en el momento más doloroso y desconcertante de mi vida, y que, a partir de ahí, me tomara de la mano como “marida”, como nos solemos llamar, y construyéramos esta relación que va más allá de una amistad. Ella ha sido una parte muy importante en este nuevo conocimiento mío, ya que convivo con esa personificación de mujer valiente, sabia, fuerte y que siempre está ahí. Fuera de mi hogar, tengo la suerte de vivir con más comadres, hermanas, que solo hacen que nutrir este nuevo mundo para mí ya intocable. Mi marida siempre me dice que me admira por que no necesito a nadie. Las dos sabemos que se refiere a una pareja, ya que está claro que necesito a toda mi gente. Pero esto de la pareja hasta ahora lo sentía de verdad. Vivía bastante bien con mi vida. Pero han llegado estos cuarenta días. Estos cuarenta días en mi casa sola. En este hogar donde es imposible pasar un día sola en la normalidad. Y como dijo mi otra hermana, con la que también habitamos, “puedo estar bien en soledad, pero hay que convivir con la soledad”. Y eso es así. Yo puedo ser feliz estando sola, porque lo he sido, y lo estoy siendo muchos ratos. Pero hace dos días me golpea la idea de que todo a lo que yo he dedicado mi vida, no está aquí. Y no va a estar en un tiempo. Y la idea simpática y divertida que días antes de confinarme llegaba a mi cabeza, como de paso, como una cosa apetecible de “pues me gustaría enamorarme”, ahora se está convirtiendo en una necesidad. Si en esta vida me esperan cosas como esta, creo que ya estoy preparada para encontrar a mi persona favorita y criar hijos y pasar cuarentenas en nuestra casita. Con patio. Por favor. Sí, ya está, quiero querer a alguien y que me abrace y me haga el amor en días de encierro de novecientas sesenta horas. Y lo digo así, como si fuera simple, cuando es complicadísimo. Ayer me enfadé. Me enfadé con los creadores de Unorthodox. Que me encantó la serie, pero por favor, una tía salida de una comunidad ultraortodoxa, lo primero que hace es ir a tomar un café y se encuentra a un chico majo, guapo, amable y saltan chispas ya, así, de primeras, y se van en plan coleguis. A mi eso me hace sentir como una mierda. Porque a mí, una chica que sale a la calle, abierta a que cualquier persona le mire y salten chispas y lo que haga falta, eso no me pasa. Y no solo lo digo por la otra persona, sino por mí. Lo complicadísimo que es encontrar alguien que me guste. Que me guste a ese nivel, el nivel enamorarme. Cada vez lo siento más lejano. Igual este confinamiento hace que venga la magia de Netflix y al salir me vaya a tomar un café, y aparezca ese amor. No sé. El caso es que pienso en miradas que dejé pasar. Posibles personas a las que amar y me doy rabia. Y pena. Porque también he pensado en un gato, no os creáis. El verano pasado cuidé el gatito de una amiga. Y fui feliz, pensando siempre en él, cuidándole y deseando llegar a casa para verle. Pienso en tener gato ahora, que sería mi compañero de confinamiento. Pero cuando salga hay algo en mí que me dice que no daría el paso de acoger un gato, porque sería darme por vencida. Sí, es un prejuicio estúpido, pero sé que en el fondo eso es lo que me frena. Confío en que aparecerá el amor antes que el gato. Qué barbaridad, yo aquí deconstruyéndome la vida, para que en el 2020 quiera realizarme en el amor y en la crianza por no sentirme sola en un confinamiento. Pero es que tengo ganas de tocar piel. Y tengo la certeza de que al final, eso es lo que realmente importa.

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Escritura Virulenta   2020

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