Raquel de la Ó y la apropiación
- Escritura Virulenta
- May 22, 2020
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Se me adjudicó este seudónimo, que es el mejor regalo que me podían hacer mis confitadas.
La crucecita que llevo yo a acuestas es esta forma intrínseca que tengo de apropiarme de lo que me gusta. A veces me doy cuenta ya al tiempo de haberlo hecho. Puedo obsesionarme tanto con algo que me encante, que lo adopto como mío. Ya no como una referencia intelectual sino como parte de mí. Eso me confronta a ese concepto de la “personalidad”. Yo no siento eso, realmente. Me podría definir en pocas cosas y en todas a la vez. Soy esa amiga que, tras años sin verla el pelo, le dices “cómo has cambiado, antes no eras así”. A mí eso me reconforta, que queréis que os diga. Si alguien que me conoce desde los quince, me dice que no he cambiado para nada, me da un patatús. Lo cual no quiere decir que las personas que han nacido con esa fuerza arrolladora, esa personalidad indeleble, no me fascinen. De hecho, esas personas son las que me atraviesan y se quedan conmigo. Desde muy pequeña una de ellas fue Lola Flores. Cómo es posible no querer impregnarte de algo tan grande. “Ni canta, ni baila, pero no se la pierdan”. Eso me lo contaba mi madre desde que era yo muy chiquita. Siempre sentí a mi madre como una gran admiradora de familias artísticas como los Flores, los Bosé, los Bardem, … Y crecí viendo personas tan especiales como esas madres de pelos azules y de anillos con ojos. En el coche íbamos con sus hijos, Miguel Bosé y Antonio Flores. Mi madre es más de Miguel y yo de Antonio, por supuesto. En algunas de sus canciones Antonio cantaba a personas, cuyas historias mi madre se encargaba de completar, como la del Golosina. Seguramente fuera la primera vez que mi madre me hablaba de la homosexualidad y la represión. No lo había pensado hasta ahora. Creo que Antonio me ha regalado muchas cosas con su música, pero ésta me parece de las más valiosas. Mi madre también se encargaba de que pusiera cara a estos personajes. Cuando salían en la televisión o los veía en una revista, mi madre gritaba mi nombre emocionada. Yo corría por el pasillo hasta llegar al salón, donde me esperaba señalando al televisor. “Mira éste es el Golosina, … mira, este fue el bautizo de Antonio, que vinieron hasta artistas de Hollywood, … mira, la Lola también rapeaba y tenía un programa… “ La prensa rosa era mi Google y mi madre el buscador. Veíamos juntas las entrevistas de “Ratones Coloraos” donde José Quintero y Lola fumaban sin parar y hablaban de la vida. Descubrí que tenía sus propios referentes, como Marifé de Triana, Imperio Argentina, Pastora Imperio… Yo siempre he asociado María de la Ó con ella, pero antes la cantaba Marifé. Quizás esto no se apropie, sino que se homenajea, se le vuelve a dar luz, lo haces aparecer. Y sólo yo le he atribuido esa “propiedad” a Lola. Como a mí se me adjudica este seudónimo, y lo siento así, como una gran propiedad, un gran regalo. Y lo hago mío. Así que, mi nombre de escritora confitada es Raquel de la Ó. Mi foto de wasap es la cara guapa de Timothée Chalamet. Cuando quiero hacer un buen trabajo me imagino que soy Bárbara Lennie. Cuando hago clown soy Pepe Viyuela. Y después de escuchar sin parar podcast de Deforme Semanal esta semana, yo hoy soy Isa Calderón y leo marcando mucho las palabras y con su enérgica voz. Y ya que la he apropiado, escribiré algo que dice mucho ella, “esto sí que es apropiación, y no lo de Rosalía”
Castiguito que tengo de Dios, pues mira, que todo lo bueno se me pegue, no es un mal castigo.
Por cierto, otro día os hablo de mi black face.
Castigo de Dios,
Castigo de Dios,
es la crucecita que llevas a cuestas
Raquel de la Ó.
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