Objetos perdidos
- Escritura Virulenta
- Apr 18, 2020
- 2 min read
Updated: Jun 9, 2020
Este anhelo que recorre los ríos sanguíneos de un cuerpo perdido

La economía mundial se va a pique ahora que sólo consumimos los productos que verdaderamente necesitamos. Esa idea golpea mi cabeza desde hace dos días.
Ahora quiero sentarme y acunar la tarde en mi regazo, escuchar su latido lento antes de que el sol se apague,
la luz se apague
y la noche traiga
la melancolía que acelera el pulso y me acecha desde el borde de la cama mordiéndome los pies.
Objetos perdidos, qué consigna más sugerente y sin embargo este abismo frente a la página en blanco. Este abismo hecho de silencio incómodo, como el silencio que precede a una conversación que cuesta iniciar. Supongo que ahora me incómoda el que precede al diálogo interno, plasmarlo en el papel porque me hastía.
Mi objeto perdido es mi cuerpo. Mi cuerpo que está menstruando y se siente una pasa arrugada. Y gorda. Mi cuerpo que es siempre mi morada, mi nexo con el otro, que me permite tocar, sentir escalofríos, carcajadas que estallan el placer en el pecho, mi cuerpo que ahora no es capaz de sostenerme porque el pensamiento se dispara en una espiral sin coordenadas, que no sabe estar quieto, que me saca del cuerpo y choca contra la pared amarilla de la habitación.
Quizá también haya perdido las ganas de escribir.
No me siento inspirada. No estoy creativa ni siento que tenga algo que decir. No tengo nada que decir. Quiero un pretexto para escribir la palabra enjambre, esternón o usar el verbo desmembrarse. Pero no lo encuentro, así que las nombró porque me gusta su sonido y porque extraño las sobremesas con Irma escribiendo palabras encadenadas en una servilleta de papel de bar.
Quiero volver a los bares. Quiero ese bullicio. Quiero hacer cola en el baño y sonreírme con extrañas. Incluso tontear. Quiero perder la cuenta de las cañas, invitar a mis amigas a la penúltima ronda, celebrar mi cumpleaños y brindar de verdad, que nuestros vasos choquen y me salpique la cerveza en una camisa nueva, elegida a conciencia para la ocasión.
Me gustaría contar una buena historia pero me siento pesada como en las digestiones de los domingos. Bloqueada. He perdido también la imaginación. Tanta insistencia en vivir el instante, en habitar el presente, en no dar de comer a la bestia que me ronda y quiere respuestas y las quiere ya.
Cuándo volveré a Galicia.
Cuándo volveré a ver el mar. Me obsesiona.
He perdido también la paciencia, que es la ciencia de la paz mental.
La consigna era objetos perdidos y sin embargo mi discurso sale a borbotones, como la sangre brota de la herida abierta, contando este anhelo que recorre los ríos sanguíneos de un cuerpo perdido y cansado.
Comentarios