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A la intemperie

  • Writer: Escritura Virulenta
    Escritura Virulenta
  • Sep 18, 2020
  • 2 min read

Updated: Dec 5, 2020


- El miedo es funcional cuando nos permite advertir las señales de peligro. Ahí el miedo es brújula, talismán, aliado. Sin miedo estaríamos siempre abrazando el riesgo.


Esta perorata psicológica sale por mi boca enmascarada. Cabeza alta, prosodia impecable. El cuerpo acompaña con mi postura erguida mi discurso. Lo empuja. Lo sirve en bandeja para el hambre voraz de R. que ya está salivando.


-Tienes razón, tienes razón. Pero qué miedo me da este miedo que tengo ahora.


Este que trae ahora a la consulta como quien lleva a un hijo al psicólogo para que lo arreglen, para que sea otro, más dócil, quizá más amable. Para amputarlo de una, para arrancarlo del mapa familiar.


Me reconozco en esta pirueta que es un triple mortal. Pero me sujeto. No puedo lanzarme con R al vacío desde mi vacío. No puedo asustarme de su susto. No puedo decirle simplemente: siento lo mismo que tú. Carraspeo. Doy un sorbo al vaso de agua tibia que descansa en la mesa. Trago y respiro.


Que no se te note que sabes que ese miedo es como un veneno que recorre los ríos sanguíneos, los carcome. Guárdalo para después. Detén la contracción auricular, no despistes la mirada. No te pongas tus ojos de mirar cipreses, tan altos, tan puntiagudos. Finge otra vez. Déjalo para después.


En el diario íntimo una no puede engañarse. La escritura me transparenta. Lo escribí y temblé aquel día, como se tiembla ante los grandes hallazgos, los que descubren el trampantojo y ya no permiten el engaño. Por eso me cuesta tanto la ficción, supongo. La escritura me pone en la diana del realismo interno. En mi escritura no hay impostura, pero hablar para otros es ponerme mi camisa favorita. Ni si quiera es un disfraz, más bien luzco mis mejores galas para el personal. Exhalo seguridad. No siempre soy consciente de ese rostro mío que los demás aseguran que tengo. Para ellos soy una máquina dispensadora de consuelos, una instructora de vidas ajenas. Para ellos soy una mujer que acepta con alegría lo miserable que es la vida, su insignificancia.


Y sin embargo, ahora vivo a la intemperie del otoño anticipado, en duelo por la pérdida del tejido social que se descompone y nos arroja al abismo de la pantalla, la soledad, la distancia. Ahora tengo, quizá, más miedo que R. Ahora necesito que me consuelen, que me cosan las heridas abiertas, que le sigan el rastro a esta pena y finjan por mí y me convenzan de que este miedo funciona y advierte el peligro y me prepara para alzar mi voz.

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Escritura Virulenta   2020

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