CALEIDOSCOPIO
- Escritura Virulenta
- Jun 5, 2020
- 2 min read

A medida que caía la tarde el calor dentro del piso se iba haciendo más soportable, aún se iluminaba el salón entre las hendiduras de la persiana, me quedé en medio de la alfombra mirando cada uno de los rayos de luz que se reflejaban en mi piel, al girarme iba creando diferentes formas, me fui convirtiendo en un caleidoscopio multicolor, mi cuerpo desnudo se iba transformando en un amasijo de luces dispares, las gotas de sudor me iban cayendo desde la frente a mis orejas, cuando rodeaban el lóbulo sentía la caída suave en mis clavículas, me recordaban a las carreras de escupitajos en el patio del colegio, esos chorros de saliva que salían desde nuestras bocas infantiles, tiernas, suaves, juguetonas para caer por las ranuras de la cuesta del patio.
Mi sudor fluía con la fuerza de esa saliva, rodeaba mis pechos con pequeñas caricias hasta juntarse en mi esternón, cuando se juntaba en una única línea caía directa a mi ombligo, hasta que delicadamente empezaba a rozar mi sexo, gota a gota me fui bañando en mi propio sudor, me acerqué a la pared más fría, coloqué mi espalda y disfruté del frescor que hacía que mi piel se convirtiera en un campo recién labrado con aire de primavera, me pegué tanto a la pared que se convirtió en mi cama vertical durante unos minutos llenos de placer. Fui a la cocina, abrí el frigorífico, agarré el tarro de crema de cacahuete, me pasé el tarro frío por el cuello, al abrirlo metí mi dedo índice en la crema, era como meterlo dentro de tierra mojada, no paré hasta llenarlo de crema, me chupé el dedo como si fuera una piruleta recibida por sorpresa, como un resorte me pasé el dedo por la frente, lo bajé por mi nariz, por la boca, la barbilla, mi cuello, mi hueco sideral entre las clavículas, bajando hasta el centro mismo de mis pechos, el dedo se movió hacia mi lado izquierdo recorriendo un camino ancestral conocido y terminé el recorrido en mi lado derecho.
Volví a hacer una y otra vez el mismo recorrido, un ritual inexplicable me llevaba a no poder pararlo, un ritual que recorría todos mis sentidos, me llevaba a tocar mi cruz personal, imbuida como estaba no me di cuenta de que Lucía regaba sus plantas del baño mientras cantaba “ Sevilla tiene un color especial...”, imaginé esa Sevilla que me recuerda viajes de niña, viajes de besos al abuelo, viajes a esa Sevilla que me había traído este día primaveral con sabor a crema santiguada de cacahuete.
Comments